"En general, nada es lo que parece" (A. N. Choa)

domingo, 20 de marzo de 2011

3 - Candela



Me quedé dándole vueltas a la tarjeta, como esperando que se cayera de la cartulina alguna explicación.
Sentí como si alguien, que durante los últimos meses había ido archivando prolijamente fichas en mi cabeza, de repente, y sin aviso, me la hubiera sacudido con violencia, desorganizando con ese zarandeo toda la información.

¿Anchoa (o debería decir A.N. Choa) investigador? ¿O detective? ¿O qué carajo?

Traté de recordar cuándo los había conocido a los dos (a él y al gordo Pilín, porque en mi mente los dos formaban una especie de unidad simbiótica. Siempre se movían juntos, y mi impresión era que se complementaban formando una de esas parejas típicas de las novelas, o de las películas: el grandote forzudo pero de pocas luces, y el flaquito debilucho pero pensante).
Hice el esfuerzo, pero no encontré en mis recuerdos un día en particular.
Siempre creí que ellos eran habitués del bar desde antes que yo.
Me había hecho a la idea de que iban a ese lugar a jugar al pool y a tomar cerveza más o menos desde que el bar existía.
Alguna vez me habían invitado a jugar con ellos, pero lo mío no es el pool. Si estuviera sana la mesa de billar, tal vez...

Rememoré las charlas sentados los tres en la mesa de al lado de la ventana, con Anchoa haciendo gala de una erudición increíble en lo que respecta a la historia del Club Atlético Excursionistas, mientras el gordo lo miraba con admiración, metiendo cada tanto algún bocadillo con su voz de nene.
A Pilín le gustaba particularmente la historia que Anchoa repetía cada tanto, sobre el origen de los colores de la camiseta original del club: fondo verde con una franja blanca horizontal representando el pasto y los manteles de los picnics que los fundadores hacían en sus excursiones al Delta y a la Isla Maciel allá por 1910. El gordo se divertía imaginándose qué sanguches se mandarían los tipos en esa época.
Anchoa relataba cosas del club como esos hinchas que son tercera o cuarta generación, y que repiten las historias que les contaron sus padres y sus abuelos.
Recitaba con su voz de susurro formaciones del equipo de cualquier época. Nombraba con veneración a jugadores del año 17, como Pedro Tilhet, o de la década del 40, como el "Pata" Eduardo Dotto.
Se emocionaba contando que en 1934, cuando se formó la AFA, los dirigentes de Excursio prefirieron dejar al club relegado a la segunda división con tal de no renunciar al amateurismo.
Tenía en su cabeza los resultados, año a año, del clásico contra Defensores de Belgrano.
Contaba con orgullo las épicas batallas por las banderas contra las hinchadas de Midland, El Porvenir o Argentino de Rosario. En este punto se miraban cómplices con Pilín, y yo me los imaginaba espalda contra espalda, resistiendo los embates enemigos en esas trifulcas tribuneras.

En fin, Anchoa (¿Alfredo Choa? ¿el agente Alfredo?) no me impresionaba para nada como un recién llegado, un infiltrado paracaidista que venía a investigar quién sabe qué misterio.

Intenté rebobinar la escena que terminó con Anchoa entregándome la tarjeta.
Él me preguntó si a mí también me intrigaba. ¿A qué se refería?
Yo sé que tiene una capacidad natural para percibir lo que pasa en el entorno, incluyendo lo que le ocurre a la gente que tiene cerca. Es esa actitud de suricata centinela, que erguida en dos patas mira, escucha y huele todo alrededor, para detectar a los predadores y dar aviso a la manada.
Tal vez así haya podido descubrir mi sorpresa al darme cuenta de que faltaba en el fondo del local la luz que habitualmente baja por el hueco de la escalera de caracol, y a eso apuntaba su pregunta.
O a lo mejor percibió la atención que le presté al balcón del primer piso cuando me eché hacia atrás en la silla, y supuso que fue el cartel lo que me intrigó.

-Acá te dejo los maníes
La voz de la camarera me arrancó de prepo de mis cavilaciones, y a la vez me irritó.
-Discúlpeme, señorita. ¿Cuál es su nombre?
-Cande
-¿Cande? ¿Qué nombre es ese?
-Bueno, contestó con una risita nerviosa -Me llamo Candela, pero todos me dicen Cande.
-Y dígame, señorita Candela: ¿Cómo es que yo, que podría ser, por mi edad, prácticamente un abuelo suyo, la trato de usted, mientras que usted, que por su edad podría ser prácticamente una nieta mía, pero no lo es, y por eso no tiene la confianza suficiente, me trata de vos, con absoluto desparpajo?
-......................
-Cuando yo tenía su edad, había un respeto en el trato, y no le estoy hablando de grandes diferencias de edad. Uno trataba de usted hasta a los compañeros de trabajo. Imagínese entonces lo que pasaba cuando uno le hacía un pedido al mozo de un bar, que por supuesto eran todos señores, porque no estaba esta moda de las camareras. Los señores mozos se dirigían a uno tratándolo de usted, como corresponde.
-.......................
-Así que le voy a pedir, señorita Candela, que en lo sucesivo, por lo menos a mí, cuando tenga que decirme algo, me trate de usted. Me entendió?

-Dale!

Me cacho.

- CONTINUARÁ -

Safe Creative #0910164691122

3 comentarios:

  1. dale!!!! jajajaa
    después de mucho tiempo retommo la lectura...

    ResponderEliminar
  2. jajajaa Dale! es una frase muy compleja, deja en evidencia que los jóvenes de ahora no escuchan nada, y menos si el dicho comienza "cuando yo tenía su edad". Pongase a escribir la continuación por favor!

    ResponderEliminar
  3. El Dale es una frase de una sola palabra que demuestra de manera profunda que los jóvenes no escuchan, sobre todo cuando en la conversación se encuentra la combinación "cuando yo tenía su edad", es suficiente para que su cerebro, aún virgen, no escuche nada posterior a eso. Y póngase a escribir la continuación por favor que me deja con la intriga..

    ResponderEliminar